Una vez más, y gracias a un duro entrenamiento, control de la dieta y mucho sufrimiento, hemos conseguido dejar atrás a todo el grupo en el ascenso del primer puerto de la salida del club.
En esto que llega la bajada y… ¡ay qué mal lo voy a pasar! Llega una curva, a esta velocidad no puedo cogerla, tengo que frenar, frenar… las zapatas se calientan, pasa la curva, llega una recta, la bici coge velocidad… ay que me pongo a 60, frena, frena, vuelven a calentarse las zapatas, y vas frenando a trompicones para no acabar reventando la rueda. Llega la siguiente curva, vuelves a frenar porque te da miedo inclinar la bici, y en esto te empieza a pasar uno de tus compañeros, y otro, y otro más… y hasta el gordito que peor sube te muestra su hermoso trasero bajando raudo en pos de los demás. Llega el llano y por más que te esfuerzas están demasiado lejos, no consigues alcanzarlos, te sientes más solo que la una, consigues a duras penas volver a cazarlos en el siguiente puerto… y de nuevo el descenso, y el miedo, y los frenazos.
Cuando llegas al bar habitual del reagrupamiento no te da tiempo ni a tomarte un café: ya están saliendo. Menos mal que llevo barritas, que si no… pero todavía queda ¡otro puerto! Y se repite la historia, sólo que ahora estás tan cansado de tirar en el llano tú solo y sin tomar un respiro que no eres capaz de coronar con los primeros. Y llegas al final cuando ya todos se han ido para su casa. Siempre me pasa lo mismo ¡me da demasiado miedo la cuesta abajo, me agarroto, me bloqueo, no consigo superarme! ¿Qué puedo hacer?
Las sensaciones
Lo primero de todo, es entender que lo que provoca el miedo no es el descenso en sí, sino la interpretación de las sensaciones que tienes cuando bajas. Un ejemplo: una paciente con fobia a volar sentía opresión en la boca del estómago cada vez que el avión se movía a causa de una turbulencia. Atribuía esa sensación a su ansiedad, y le servía como confirmación de que, por más que lo intentara, nunca conseguiría superar su fobia. La perspectiva de «incontrolabilidad» aumenta a su vez la ansiedad, que de esta forma se retroalimenta a sí misma. Curiosamente, esta paciente era capaz de subirse en una montaña rusa y pasárselo bien a pesar de que la sensación en el estómago que le producía era similar a la del avión. El problema entonces no estaba en lo que percibía, sino en cómo interpretaba sus sensaciones. La mayoría de las personas, especialmente cuando es la primera vez que vuelan, sienten ese gusanillo en el estómago al despegar, aterrizar o cuando hay turbulencias, pero mientras una persona que no tiene miedo al avión piensa “esto es normal”, el fóbico piensa “el avión se va a caer y no podré hacer nada por evitarlo”. Pues con la bici, lo mismo. La velocidad, la inclinación al tomar una curva y el coger algún pequeño bache puede provocar cierta inquietud, ese gusanillo del que he hablado antes, pero si te gusta bajar pensarás “qué bien me lo estoy pasando”, mientras que si tienes miedo el pensamiento sería algo así como: “ay que se me va la bici y me mato”.
Así pues, lo primero de todo cuando desciendes es ser consciente de los pensamientos que te vienen cuando la bici coge velocidad o cuando viene una curva cerrada y tienes que inclinarte un poco. El incremento del miedo a causa de esos pensamientos aumenta también tu tensión muscular y con los músculos rígidos como una tabla es más complicado esquivar un bache o hacerte con la bici en caso de un pequeño derrape. Por otro lado, el miedo estrecha tu foco de atención (lo que se llama “visión de túnel”): estás tan preocupado por no caerte que te fijas más en la cuneta que en la trazada natural de la bici, y para allá que te vas.
Exponerse con contorl
Para combatir el miedo, lo primero de todo es proponérselo. Las personas con fobias suelen evitar el objeto o situación temidos para de esta forma sentir alivio y no sufrir exponiéndose, pero esto sólo funciona a corto plazo, porque no estás afrontando el problema. Pero tampoco hay que lanzarse «a lo bruto» y pretender bajar el puerto a rueda del más osado del club. Lo mejor es ir poco a poco. En cuanto te aparezcan los pensamientos que provocan el miedo, cámbialos por otros que te hagan sentir mejor. Por ejemplo, en lugar del «me voy a caer» o «qué mal lo estoy pasando» piensa «voy bien», «soy perfectamente capaz de bajar sin problemas” y mantén la atención en la trayectoria correcta, sin desviar la vista a la cuneta o al carril contrario. Repítete las veces que haga falta el «voy bien» y otros pensamientos positivos para impedir que los otros pensamientos, los negativos, te vengan a la cabeza. Algo muy importante a la hora de elegir esas frases que decirte a ti mismo, es que estén formuladas en positivo, repítete un «voy bien», en lugar de «no voy mal», funciona mucho mejor. Y digo lo de ir poco a poco para que vayas acostumbrándote a las sensaciones y que el pensamiento positivo se vaya asociando a ellas, así dejarán de resultar amenazadoras para ti. Un día tumbas en un par de curvas, al otro en cuatro, y así poco a poco, y lo mismo con la velocidad. Si bajabas a 20 no pretendas bajar a 60 de golpe, aumenta a 25, a 30, y así sucesivamente.
No hay forma, estoy bloqueado
Un punto importante a tener en cuenta es que el cambio de pensamiento para evitar que las malas sensaciones te bloqueen no se consigue de la noche a la mañana, al igual que no hemos conseguido de un día para otro subir un puerto a 15km/h cuando antes lo subíamos a 8: hay que entrenar. La mente se entrena igual que el cuerpo, a base de ejercitarla, empeñándose en que los pensamientos positivos impidan salir a los negativos. Con el tiempo se vuelve automático, como dar pedales, y los negativos ya ni aparecen. De cualquier forma, si no hay forma de avanzar, si el miedo te sigue paralizando, puede que estemos ante una fobia que tenga su origen en otros problemas de tu vida. Si sólo tienes miedo al descenso, acude a un psicólogo deportivo para que te entrene en una técnica que se llama «práctica en imaginación» o también «desensibilización sistemática», que funcionan muy bien. Pero si además de ese miedo al descenso tienes otros miedos, como el que he mencionado antes, a volar, a los espacios cerrados, a los ascensores, al metro, a las alturas… te aconsejo que acudas a un psicólogo, no deportivo, sino clínico (el que popularmente conocemos como «psicólogo» a secas). Vas a ganar mucha calidad de vida.
Eva Montero es psicóloga del Deporte
psicoclidep@gmail.com – www.psicologiaclinicaydeldeporte.es |
Oye uno de los mejores trucos para bajar es usar un «barandao» je je…